
En mi experiencia en artes marciales tradicionales, he visto el Buki Waza —el estudio de las armas— no como un simple complemento, sino un pilar esencial en la evolución del practicante. Más allá de la técnica, es un espejo que refleja nuestras limitaciones, fortalezas y la profundidad del arte que estudiamos.
En disciplinas como el Daito Ryu, Aikibudo o Aikido, el trabajo con el bokken, jo o tanto, revela dimensiones que el Taijutsu (técnica corporal) por sí solo no siempre muestra de forma tan explicita. El arma no miente: exige precisión, intención clara y respeto por el espacio.
Maai (Distancia): Con un arma en las manos, la distancia se vuelve tangible. Un paso de más te deja vulnerable; uno de menos, te compromete. Esta conciencia redefine incluso el movimiento a mano vacía.
Kuzushi (Desequilibrio): Aprendemos a romper la estructura del oponente sin contacto, solo con ángulos y presión mental. El arma enseña que la fuerza bruta es innecesaria cuando la técnica y la presencia son claras.
Shikaku (Ángulo Muerto): El arma entrena la mirada para detectar ese punto ciego donde el adversario no puede reaccionar. Una habilidad que, una vez integrada, trasciende al combate y se convierte en intuición.
El Buki Waza es también un puente con la historia. Cada saludo a nuestras armas, cada kata ejecutado, es un diálogo con los antiguos bushi (guerreros).
Pero su mayor enseñanza es interna:
Humildad: Un corte mal ejecutado revela tu ego; un movimiento innecesario, tu impaciencia. El arma depura la técnica y el carácter.
Presencia: No permite distracciones. Un descuido puede ser «letal» en entrenamiento, y esa seriedad moldea la mente marcial.
Conexión: Al empuñar un arma tradicional, sostenemos siglos de conocimiento. No es solo madera o metal; es un legado que exige respeto.
Invito a todo practicante a abordar el Buki Waza no como un añadido, sino como una vía paralela y necesaria. Porque el arte del arma no solo afila técnicas; afirma valores, agudiza la percepción y, sobre todo, nos recuerda que en el Dojo —como en la vida— cada movimiento, cada decisión, lleva el peso de nuestra intención.
Ese es el regalo del arte de las armas. No te hará invencible, pero te enseñará a ser íntegro. Y al final, eso es lo único que importa —en el dojo y más allá de sus puertas—.
Amhed Betancourt,
Hidenmokuroku Shihandai
Daito Ryu Jujutsu Renshinkan
Shibu-chō Morelia Branch, México
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