El Deber Moral del Deshi hacia su Sensei: Un Vínculo de Respeto y Gratitud
Publicada el 13 octubre, 2024
En el corazón de las artes marciales tradicionales japonesas, hay un lazo especial entre el Deshi (alumno) y su Sensei (maestro). Este vínculo va mucho más allá de una simple relación de enseñanza; está cimentado en un concepto clave de la cultura japonesa llamado “giri” (義理). El giri puede entenderse como un deber moral, una deuda de gratitud que el alumno asume al recibir las enseñanzas del Sensei. Pero este deber no es una carga, sino una forma de expresar respeto, reconocimiento y, sobre todo, compromiso.
La palabra "Sensei" (先生), que literalmente significa "el que nació antes", no se refiere solo a la edad, sino a la experiencia acumulada por quien ha recorrido un camino mucho más largo en la disciplina. El Sensei no es una figura perfecta ni un ser todopoderoso, es humano, con virtudes y defectos. Pero lo que lo distingue es su experiencia, su comprensión profunda del arte, y su capacidad para guiar al Deshi en el viaje de aprendizaje. Entender esto permite al alumno tener una perspectiva más humana y cercana de su maestro, y a la vez más respetuosa.
El deber moral del Deshi empieza por reconocer el valor del legado que está recibiendo. Las artes marciales no son meramente técnicas de combate o ejercicios físicos; son una herencia cultural y espiritual transmitida de generación en generación. El Sensei es el portador de ese legado, un tesoro que ha preservado con esfuerzo, sacrificio y dedicación. Por eso, el alumno tiene la responsabilidad de recibirlo con respeto, humildad y una sincera disposición de aprender. El compromiso no es solo con el maestro, sino con la tradición misma.
En este contexto, la práctica de las artes marciales se convierte en un acto de gratitud. El dojo, que no debe confundirse con un simple gimnasio, es un lugar sagrado donde se cultiva el espíritu. Las normas de respeto, conocidas como Reiho (礼法), no son una formalidad vacía, sino una forma de manifestar el agradecimiento por lo que se está recibiendo. Al saludar antes de entrar al dojo, al mostrar reverencia hacia el Sensei y los compañeros, el Deshi está mostrando respeto no solo por las personas, sino por el arte en sí.
Sin embargo, este respeto no se expresa solo en gestos o palabras. El mayor tributo que el alumno puede ofrecer a su Sensei es “una práctica sincera y comprometida”. Esto implica dedicación, esfuerzo y, sobre todo, una actitud abierta para aprender tanto las técnicas físicas como los principios filosóficos que sustentan el arte. El Sensei entrega no solo conocimiento, sino una parte de su ser en cada lección. El Deshi, en retribución, debe esforzarse por practicar con seriedad y constancia, entendiendo que cada técnica aprendida es una pieza de un legado que merece ser preservado y transmitido.
Es importante recordar que la relación entre Sensei y Deshi es recíproca. El maestro, aunque experimentado, también aprende y crece a través de la enseñanza, y se nutre de la sinceridad y esfuerzo de sus alumnos. Así, el Deshi no solo es un receptor pasivo, sino un participante activo en el proceso de transmisión de la tradición. Esta interacción crea un ciclo de aprendizaje, respeto y crecimiento mutuo.
Al final, el deber moral del Deshi hacia su Sensei es más que un conjunto de reglas o formalidades. Es un compromiso profundo de gratitud, respeto y preservación. Las artes marciales, cuando se practican de esta manera, se transforman en una forma de vida, donde el dojo es un lugar de encuentro espiritual y el Sensei, una guía en el camino.
Así, el Deshi honra al maestro no solo con palabras o gestos, sino con una dedicación sincera a aprender y transmitir ese arte, asegurándose de que el legado que ha recibido continúe vivo, no solo en él, sino en las futuras generaciones. Porque, al final, las artes marciales tradicionales no son algo que se pueda poseer; son un tesoro compartido, y el deber del alumno es protegerlo con el corazón y la mente.