Encontrando mi Ikigai a través del Aiki: Un camino de propósito y equilibrio
Publicada el 20 diciembre, 2024
En algún momento de nuestras vidas, todos nos detenemos a preguntarnos: ¿Qué le da sentido a mi existencia? Para muchos, la respuesta puede parecer esquiva, pero en la filosofía japonesa del Ikigai encontré un camino claro y poderoso. Este concepto, que se traduce como “razón de ser”, describe ese motivo que nos hace levantarnos con energía cada día. Para mí, ese motivo lo descubrí en las artes marciales tradicionales japonesas, especialmente en el estudio del Aiki.
Lo curioso es que no llegué al Aiki buscando propósito; comencé con la intención de aprender técnicas marciales y disciplina. Pero en el transcurso de más de 40 años, me di cuenta de que esta práctica no solo me había dado habilidades físicas, sino que también había transformado mi forma de vivir. Mi vida, dentro y fuera del tatami, encontró un equilibrio profundo y un propósito que trasciende cualquier técnica. ¿Qué es el Ikigai y cómo se conecta con el Aiki?
El Ikigai se encuentra en la intersección de cuatro elementos clave: lo que amas, lo que haces bien, lo que el mundo necesita y aquello por lo que puedes ser recompensado. Suena ideal, ¿verdad? Sin embargo, llegar ahí no siempre es sencillo. En mi caso, nunca imaginé que mi Ikigai estaría en las artes marciales, pero cada práctica, cada caída, y cada momento de introspección en el tatami me ha acercado a esa realización.
El estudio del Aiki —esa búsqueda de armonización con la energía, presente en disciplinas como el Aikido y el Daito-ryu— me mostró un camino más allá del combate. No se trata de imponer tu fuerza, sino de entender, aceptar y redirigir la energía, ya sea de un oponente, una situación o incluso de ti mismo. Este principio, tan sencillo en teoría, pero tan profundo en su práctica, cambió mi forma de ver el mundo.
En el Aiki, encontré no solo una habilidad marcial, sino una forma de vivir con integridad, serenidad y conexión. Ahí, en esa dedicación diaria, descubrí mi Ikigai: un camino que une mi mente, cuerpo y espíritu en un propósito claro y vital.
Una de las lecciones más poderosas que me ha dejado el Aiki es la importancia de la conexión. Para ejecutar cualquier técnica, no basta con ser rápido o fuerte. Es esencial comprender y fluir con la energía del otro. Este principio, aparentemente técnico, se volvió una guía en mi vida cotidiana.
En cada práctica, siento que me acerco un poco más a mi Ikigai. No porque sea fácil, sino precisamente porque es desafiante. Cada sesión me invita a reflexionar, a crecer y a recordar por qué este camino tiene tanto sentido para mí. Sé que el Ikigai es un concepto personal, único para cada individuo. Sin embargo, creo firmemente que las artes marciales tradicionales japonesas, y especialmente el Aiki, tienen un potencial único para guiar a quienes buscan propósito y equilibrio.
El Aiki no es solo una disciplina física; es una forma de vida. Si alguna vez has sentido curiosidad por las artes marciales o te has preguntado cómo encontrar un sentido más profundo en tu día a día, te invito a explorar este camino. Tal vez, como me sucedió a mí, descubras que cada caída es una oportunidad para levantarte con más fuerza, y que cada técnica es una lección sobre cómo vivir con más armonía.
Un viaje sin fin
Encontrar mi Ikigai en el estudio del Aiki ha sido, sin duda, uno de los mayores regalos de mi vida. No es un destino final, ni una meta que se alcanza y se olvida. Es un viaje continuo, lleno de aprendizaje, desafíos y momentos de claridad. Cada vez que piso el tatami, siento que estoy exactamente donde debo estar, conectado conmigo mismo y con el propósito que da sentido a mi vida.
Si estas palabras resuenan contigo, quizá sea momento de dar el primer paso. Tal vez, como yo, encuentres en el Aiki no solo un arte marcial, sino un camino que ilumine tu vida y te conecte con tu propia razón de ser.