Reflexionar sobre la diversidad dentro de las artes marciales es fundamental para preservar la riqueza cultural y la profundidad espiritual que estas disciplinas ofrecen. Es crucial entender que cada escuela o linaje de artes marciales posee una identidad única, formada a lo largo de generaciones a través de prácticas, enseñanzas y tradiciones específicas. Estas escuelas no solo enseñan técnicas de combate, sino que transmiten valores, filosofías y formas de vida que reflejan la historia y la cultura de su origen.
Ignorar o desestimar las diferencias entre estas escuelas es un error que puede llevar a la fragmentación y al conflicto dentro de la comunidad marcial. Cuando personas intentan imponer sus propias ideas o comparar otras tradiciones con la suya, sin un entendimiento profundo o sin respeto, están desvalorizando la esencia de lo que hace única a cada escuela. Esto no solo es una falta de respeto hacia aquellos que han dedicado su vida a preservar estas tradiciones, sino que también limita su propia comprensión y crecimiento dentro de las artes marciales.
Cada escuela tiene sus propias reglas, métodos de enseñanza, certificaciones y escalas de grados, todas ellas diseñadas para cumplir con los objetivos específicos de esa tradición. Pretender que solo existe una forma correcta de hacer las cosas es una visión reduccionista y contraproducente. En lugar de criticar lo que es diferente, es mucho más constructivo abrir la mente y el corazón para aprender y respetar la diversidad que existe en el mundo marcial.
Es comprensible que haya un sentimiento de tristeza al ver a la comunidad de artistas marciales dividida, sin cortesía ni respeto mutuo. En muchos casos, la falta de humildad y tolerancia ha llevado a una pérdida de la verdadera esencia de las artes marciales. No se trata solo de perfeccionar técnicas, sino también de cultivar virtudes como la humildad, la paciencia y el respeto hacia los demás, independientemente de sus diferencias.
La verdadera fuerza de las artes marciales no reside únicamente en la habilidad física, sino en la capacidad de sus practicantes para crecer como seres humanos íntegros. Respetar las reglas y tradiciones de cada escuela es una forma de honrar ese crecimiento y de mantener viva la rica herencia que estas disciplinas nos han legado. Solo a través de la tolerancia y el respeto podremos construir una comunidad marcial unida, donde las diferencias no sean motivo de división, sino de enriquecimiento mutuo.