En las artes marciales, frecuentemente se utiliza la metáfora del iceberg para describir el aprendizaje y la ejecución de una técnica o Kata.
Para un observador o practicante nuevo, el movimiento puede parecer sencillo y directo, concentrándose únicamente en la forma visible y en la apariencia externa de la técnica. Sin embargo, esta es "solo la punta del iceberg", lo que está a la vista, sin profundizar en lo que realmente implica la práctica.
A medida que el practicante avanza, empieza a desarrollar una comprensión más profunda de la técnica. No solo repite los movimientos, sino que comienza a percibir los detalles sutiles y las variaciones que no son evidentes a simple vista. El alumno experimentado empieza a sentir la conexión entre los movimientos, la respiración, la fluidez interna y la energía que se despliega durante la ejecución.
El Sensei (literalmente, el que nació antes), con su experiencia, tiene una percepción aún más profunda. No solo comprende y enseña la forma externa, sino que guía a sus alumnos en la exploración de los aspectos internos del Jutsu. Para él, la técnica es una combinación compleja, armónica e indivisible, de ritmo, respiración, energía, espíritu y control que trasciende por mucho, lo visible.
El proceso de aprendizaje en artes marciales, por lo tanto, es similar al iceberg. Lo que se ve en la superficie es solo una pequeña parte de un vasto y profundo conocimiento. La verdadera maestría reside en comprender y manejar lo que está oculto, en los aspectos internos, las sutilezas que se encuentran debajo de la superficie.
En conclusión, el iceberg es una metáfora poderosa para representar el conocimiento en las artes marciales. Mientras que el neófito puede ver solo la parte visible del movimiento, los practicantes avanzados exploran y dominan la parte oculta, donde reside la verdadera profundidad y riqueza de la técnica. Esta perspectiva permite un entendimiento más completo y enriquecedor de la práctica.