Cada vez que enseño artes marciales, me doy cuenta de que también estoy aprendiendo. La experiencia de guiar a otros en su camino no solo refuerza mi conocimiento, sino que también me muestra nuevas perspectivas y enfoques que no había considerado antes. Enseñar me mantiene humilde y consciente de que siempre hay más por descubrir y mejorar.
Hay una gran satisfacción en poder ser de ayuda a los demás. Ver el progreso y crecimiento de mis estudiantes es una recompensa inmensa. Saber que he contribuido a su desarrollo, no solo físico sino también mental, me llena de orgullo y alegría. Es bonito ser parte de su viaje y ver cómo superan sus propios límites, encontrando fortaleza y confianza en sí mismos.